
Pero ¡ qué cosas se le ocurren a Jesús¡ Para demostrar a los discípulos, asustados, que es El, que está con ellos, que vive, les hace preguntas – y demostraciones – muy materialistas.
“Palpadme, convenceos – les dice, en la aparición de este domingo -, un fantasma no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Mirad mis manos, mirad mis pies “. Y luego: “ ¿Tenéis algo que comer ?. Temblorosos, solícitos, le dan un trozo de pez asado, y El lo come a su vista. Y en Emaús, lo mismo. ¿Sabéis en qué le reconocimos ?, dirán los dos prófugos, boquiabiertos, ¡en la manera de partir el pan! Y más tarde se repite el hecho, junto al lago. Era al amanecer, hacía frío, y Él les esperaba. Había encendido una hoguera, en la orilla, y allí estaba asando peces. Quería compartir con aquellos hombres, tristes y solos, todo lo que su humanidad podía darles: la comida, la fraternidad, el fuego.
Esto, aunque parezca vulgar, es resurrección, vida nueva. Reencontrarnos con Jesús en la pequeñez, en la cotidianidad de la existencia. Tratar de ver sus manos y sus pies en los pies cansados de los hombres. Reconocerle en lo más divino y en lo más humano, en lo más trivial y en lo más ajeno. Tratar de advertir su huella de resurrección donde nadie la ve: en ese cáncer imprevisto, traidor, que anega de pronto toda la alegría: en esa bofetada que nos da la vida, que nos derrumba, que nos brota del mapa de los triunfadores; en esa prueba oculta y larga, tan cruel, que resta fuerzas para alzar el vuelo; en esa muerte, en esa pena…
Jesús está en lo humano, entre los pucheros de la vida. “Soy el mismo –nos dice hoy -«. Resucitar no es dejar la tierra, evadirse, porque lo divino se nos da en lo humano. Resucitar exige morir con Cristo, es verdad, vencer el yo, pero mirando al mundo con ternura.
Y si somos hombres, somos pecadores. Hay que luchar contra el pecado, pero el justo cae setenta veces. Ánimo, entonces. “Hijos míos – nos dice hoy San Juan -, no pequéis, pero si alguno peca, que no tema. Tenemos un abogado poderoso, Jesucristo el Justo, dispuesto a todo por salvarnos “.
Hemos matado al Autor de la vida, es verdad, pero la muerte se hizo vida en él. Estamos salvados por su cruz, y por su muerte viviremos siempre.
D. Norberto García Díaz, homilía III domingo de pascua2024, (inspirada en los escritos de María Luisa Brey).