Domingo del Corpus Christi, ciclo B

    CORPUS  CHRISTI  

En la fiesta del Corpus Christi, la Iglesia revive el misterio del Jueves Santo a la luz de la resurrección. También en el Jueves Santo se tiene una procesión eucarística, con la que la Iglesia repite el éxodo de Jesús del Cenáculo al Monte de los Olivos.

 En la procesión del Jueves Santo, la Iglesia acompaña a Jesús al monte de los Olivos: la Iglesia orante siente el vivo deseo de velar con Jesús, de no dejarle solo en la noche del mundo, en la noche de la traición, en la noche de la indiferencia de muchos. En la fiesta del Corpus Christi, reanudamos esta procesión, pero con la alegría de la Resurrección. El Señor nos ha resucitado y nos precede.

Acompañamos al Resucitado en su camino por el mundo entero. Y, de este modo, repetimos también su mandato: «Tomad y comed…Bebed todos».

Comulgar, es entrar en comunión con la persona del Señor vivo. El objetivo de esta comunión es la asimilación de mi vida con la suya, mi trasformación y configuración con quien es Amor vivo. Por ello, esta comunión implica la adoración, implica la voluntad de seguir a Cristo, de seguir a quien nos precede. Adoración y procesión forman parte, por tanto, de un único gesto de comunión: responden a su mandato: «Tomad y comed»

D. Norberto García Díaz , homilía domingo del Corpus Christi

(Fragmento de la homilía de Benedicto XVI 26 mayo de 2005)

Fuente original del texto: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2005/documents/hf_ben-xvi_hom_20050526_corpus-domini.html