XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

DÍA DEL DOMUND

El Evangelio nos ayuda a entender que los misioneros, discípulos y servidores, no pueden andar pidiendo lo máximo, cuando Jesús va a Jerusalén para entregarlo todo.

En los que ya tenemos algunos años, la palabra DOMUND despierta recuerdos de niños de colegio, con huchas en formas de cabeza de chinito o de negrito, pidiendo por las calles para ayudar a las misiones. Hoy ya sabemos todos que la finalidad de esta fiesta es despertar nuestra conciencia ante la responsabilidad que tenemos de compartir con todos los hombres del mundo la alegría de la fe. Tenemos el privilegio y la obligación seria de anunciar el evangelio, con nuestras palabras, pero sobre todo con nuestras vidas.

La jornada de misiones es un desafío, porque el estado actual del mundo es un desafío. Para todos los hombres de buena voluntad, pero sobre todo para los creyentes. Tenemos que demostrar, con nuestra vida, que creemos firmemente lo que Jesús nos enseñó: que somos hermanos.

Hoy es más necesario que nunca el mensaje del Domund.  El lema de este año es: “Id e invitad a todos al banquete”

Habrá que empezar por poco. Por ayudar a quienes ya están trabajando, y dejando sus vidas, por ayudar a los hermanos más pobres. Expresar nuestro reconocimiento a los misioneros y a las misioneras, que dan testimonio en los lugares más lejanos y difíciles, a menudo incluso con la vida, de la llegada del reino de Dios.

 Ayudar en esos proyectos sensatos, y bien supervisados, en los países del tercer mundo. Con presupuestos modestos, están cambiando pueblos y ciudades en muchas partes del mundo pobre.

Y de lo poco, habrá que ir a lo mucho. Nada menos que a cambiar la mentalidad actual de acumular, por la mentalidad de compartir. Si los cristianos aprendiéramos a compartir de verdad, no haría falta predicar el Evangelio: se predicaría solo.