XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

La pobre viuda manirrota dejó en el tesoro del templo dos reales: toda su fortuna.

Jesús la estaba mirando. Eso basta para todo el gozo. Me refiero, a la pobre viuda manirrota, que dejó en el tesoro del templo dos reales: toda su fortuna. Nadie se fijaba en ella, en absoluto. Ni siquiera los doce: nadie. Contó sus monedas: una, dos. Pues sí, voy a dárselo todo, ¡es tan poco ¡ Dios pro-verá. Y siguió su rumbo, sin darse importancia. Desapareció para todos, totalmente, menos para Cristo.

Dar y darse, prototipo del creyente.

Dos mujeres son hoy protagonistas de las lecturas bíblicas. Las dos lo dieron todo: su pan y su agua a Elías, la primera; toda su fortuna al templo, la segunda. Qué bellas homilías, podrían inspirarnos. Se trata de dos mujeres buenas. Que saben dar y darse, prototipo del creyente.

Imitar a Dios y a su Hijo Jesucristo

¿ Veis esa pobre mujer ?, dijo Jesús a los suyos, boquiabiertos. Pues ella ha dado más que nadie, os lo aseguro. Todo, lo ha dado todo. ¿ Y qué es todo para Dios ? A lo mejor un mundo, a lo mejor un trono, a lo mejor la vida…a lo mejor, esa pequeña nada, que nos ata a la tierra; ese puntillo de honra que nos molesta tanto; esa cadena leve que nos impide el vuelo. Es cuestión de imitar a Dios y a su Hijo Jesucristo, que dio su propio cuerpo – todo lo que tenía – para la salud del mundo, que siendo rico se hizo pobre, para enriquecernos a los hombres. 

Nos quiere llevar a una generosidad loca.

Con este pasaje del evangelio, se nos quiere llevar a un terreno difícil: el terreno de una generosidad loca.

Frente a una generosidad sensata y calculada que es la que  todos practicamos, la observación de Jesús es inquietante: » esa pobre viuda ha dado más que nadie «. ¡Curiosa aritmética!

La pobre viuda es una de las imágenes más hermosas de Jesús mismo.  Él fue quien ha dado más que nadie a Dios y a la humanidad. Por eso, la viuda es el último personaje que el evangelio pone ante nuestros ojos antes de la pasión. Ella rechaza nuestros cálculos egoístas, nuestros miedos a carecer el día de mañana, y hace que explote el don de la fe: » Lo doy todo porque no tengo miedo de nada «.

Homilia D. Norberto García. 10 de noviembre 2024

De “Vida Nueva”