IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

Aunque la fiesta de la Presentación del Señor se celebra fuera del tiempo de Navidad, podemos considerarla como una chispa que nos llega dese allí. Es la epifanía de los cuarenta días y la tercera parte de un tríptico: Navidad, Epifanía y Presentación del Señor.

Contemplemos este acontecimiento esperando que ilumine nuestro camino.

Nos encontramos en la entrada del templo de Jerusalén. Por un camino se acerca un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso. Junto a la puerta del templo está Ana, una anciana de 84 años que enviudó hace mucho tiempo y permanece allí noche y día sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.

Viene andando una joven pareja. La mujer, María, con un niño en brazos y el hombre, José, con una cesta conteniendo un par de tórtolas. Se dirigen al templo para cumplir la ley entregando su primogénito al templo. Saben que es propiedad de Yahvé y, por eso, lo rescatarán con un par de tórtolas, como corresponde a las familias pobres.

Simeón se acerca, toma al niño en sus brazos con gran ternura y lo bendice. Había recibido la promesa del Espíritu Santo de que no moriría sin haber visto antes al mesías.

De su boca brota el que muchos consideran el más bello himno de los evangelios, el “nunc dimittis”; “ahora puedes llevarte, Señor, a tu siervo en paz”, porque, mis ojos han visto la salvación para todos los pueblos, la luz para los gentiles y gloria para Israel.

María y José están sorprendidos. Simeón los bendice y profetiza que el niño será signo de contradicción para muchos y, mirando fijamente a María, le anuncia que una espada de dolor atravesará su corazón. 

Cerca de ellos, Ana no cesa de alabar al niño ante todos los que pasan.

María y José entran al templo, cumplen con la ley y más tarde regresan a Nazaret, donde viven y donde Jesús crecerá en edad, sabiduría y gracia.

No nos quedemos sólo en la contemplación de la escena. Hemos de implicarnos y dejarnos interpelar por ella.

 Jesús, por medio de sus padres, se somete a la ley de Moisés. Simeón y Ana viven escuchando al Espíritu Santo y se dejan llevar por él. 

En esta fiesta se celebran una llegada y un encuentro, todo precedido por una espera. Quien llega es el Salvador y el encuentro es con el mundo y con su Iglesia.

También hoy y en nuestra vida hay una espera, una llegada y un encuentro. El que espero puede transformar y dar sentido a mi vida. Antes debo sentirme necesitado de salvación y estar abierto al soplo del Espíritu. Si no, yo sería como alguien que espera ser agraciado en un sorteo sin llevar ninguna papeleta.

En este Año Santo de la Esperanza, Francisco, no sólo inaugura el Jubileo abriendo la puerta santa de San Pedro; elige la puerta de una prisión como siguiente puerta santa donde hay personas que sueñan con la libertad. 

Yo también necesito liberarme de algunas cosas para dejar paso a la esperanza y recibir al Salvador en mi vida. Él me espera y desea encontrarse conmigo.

Es hora ya de abrirle mis puertas y darle la bienvenida. Puede ser hoy mismo en la Eucaristía, en la escucha de la palabra y en el sacramento.

María, al ofrecer a su hijo en el templo y en los brazos de Simeón no se lo ofrece sólo al Padre, se lo ofrece también al mundo. Jesús se hace como nosotros.

Puedo llevarme unos deberes a casa y ofrecerme yo a Jesús. Para vivir el Año Santo de la Esperanza no es necesario ir a Roma. Lo importante se puede hacer aquí y en el interior de cada uno. Abramos nuestras puertas al Señor y dejemos que encienda su luz en nuestras vidas. En algún momento de paz interior podemos recitar despacio el himno de Simeón, el “nunc dimittis” y dejarnos llevar por el Espíritu Santo.

Hoy también se celebra la Jornada mundial de la vida consagrada. Hay en la Iglesia personas que han recibido una vocación singular y su existencia redunda en bien de toda la Iglesia recordando a todos que Dios es lo definitivo de la vida. Damos gracias a Dios por su entrega y por su testimonio.

 Pidámosle a María, la Virgen Candelaria, que ponga a Jesús en nuestros brazos para que nos ilumine con su luz. Él nos hará capaces de superar las contradicciones y de entregarnos plenamente al Señor.

Que así sea.

Homilía D. Norberto Garcia Díaz. Domingo 2 de febrero 2025

Extraída de un texto de Paco Zanuy