VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

El Evangelio de hoy puede dejarnos muy tocados.

El Evangelio de hoy puede dejarnos muy tocados. Si el domingo pasado el mensaje del Evangelio era contracultural, el de hoy lo supera con creces y anima a volar muy alto.

Se nos dice que el amor no tiene límites y se nos pregunta si estamos realmente a la altura de las exigencias de Jesús y si somos capaces de amar a los que se nos manifiestan como enemigos y devolverles bien por mal.

La entrega al prójimo que refleja este texto es muy grande e indica el criterio con el que seremos juzgados en el último día. 

En la vida podemos encontrar personas que se nos enfrentan porque no somos de su cuerda, que nos aborrecen porque les molestamos, que nos maldicen por cualquier motivo o nos calumnian simplemente porque quieren hacernos daño. 

Se nos reta a plantarle cara al mal con el bien.

Jesús dice que nuestra respuesta tiene que ser amarlos, hacerles el bien, bendecirlos o rezar por ellos. Se nos reta a plantarle cara al mal con el bien. San Ignacio de Loyola considera que esto, en el discernimiento, es señal del buen espíritu.

La exigencia evangélica es aún mayor. Suena fuerte eso de poner la otra mejilla, y no sólo para la mejilla alcanzada, sino para nuestra dignidad herida. No es fácil entender que también le demos la túnica al que nos pide la capa. Puede parecer que debemos dejar que cualquiera abuse de nosotros. 

Conviene profundizar e ir más allá de la interpretación literal del mensaje.

Lo que Jesús dice es que nunca debemos cerrar nuestro corazón al prójimo, por mucho daño que nos haya hecho. El amor al prójimo va mucho más allá del “yo perdono, pero no olvido” y aún más del “ojo por ojo y diente por diente” o del “conmigo el que la hace la paga”

Hay que comprender bien lo que dicen Evangelio y la Biblia. No se nos pide ser ingenuos ni tontos (en otro lugar también se n dice que seamos “sencillos como palomas y astutos como serpientes”). No se cuestiona el lema de las víctimas del terrorismo: “memoria, dignidad y justicia”. Tampoco se cuestiona la necesidad de los tribunales de justicia ni de la legítima defensa. Se apela a nuestra capacidad de ver siempre la persona que hay detrás del delincuente o del ofensor y de aprender a mirarle con la mirada misericordiosa del Señor.

Tenemos que ser misericordiosos con nuestros hermanos si queremos que nos alcance la misericordia divina. “Tratad a los demás como queréis que os traten a vosotros”. 

La justicia humana tiene su ámbito y sus funciones. El evangelio habla de la justicia divina, de nuestra relación con Dios y de la actitud de nuestro corazón. Jesús nos llama a amar y no a condenar; nos invita a no poner límites a la exigencia de amar al prójimo, aunque, a veces, nos lo ponga difícil. Siempre está vigente el “amad a vuestros enemigos”. Jesús también dio su vida por ellos.

Nuestras fuerzas no son suficientes para hacer todo lo que hoy se nos pide. Necesitaremos la ayuda del Señor y su gracia. 

Pidámoselo también a su Santísima Madre, que ella nos ayuda a mejorar nuestra sociedad y a estar cada vez más cerca del ideal que nos propone el Evangelio.

Que así sea.

Homilía D. Norberto Garcia Díaz. Domingo 23 de febrero 2025

Extraída de un texto de Paco Zanuy