II DOMINGO DE CUARESMA CICLO C

Las lecturas de hoy invitan a escuchar a Jesús abriendo nuestro corazón a una triple revelación: 

  1. Dios es fiel y mantiene sus promesas (1ª lectura): Abrahán le hace una promesa de fecundidad que vale también para nosotros.
  2. El hombre (2ª lectura), es peregrino aquí abajo y al mismo tiempo ciudadano del cielo y no debe arrugarse frente a las dificultades sino creer en la promesa de que también será transformado.
  3. Se manifiesta la divinidad de Jesús y su misterio pascual (Evangelio).  El Cristo “transfigurado” será también el Cristo “desfigurado” de la pasión a través del camino de la debilidad, del sufrimiento y de la humillación.

Me centraré en el evangelio que abre a la esperanza y también recuerda que el camino de Jesús incluye el dolor y prepara a los apóstoles para la pasión.

Jesús ha planteado con dureza las condiciones para seguirle: “Quien quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame”. 

Subamos al monte con Jesús, oremos con él y, sobre todo, escuchémoslo y dejémonos transformar.

Jesús lleva consigo al monte a Pedro, Santiago y Juan para que le acompañen a orar. “El monte” es un lugar en el que se puede orar apartándose de lo cotidiano, haciendo silencio para sentir la presencia del Padre que habita el universo.

Debemos descubrir nuestro monte donde orar y no es necesario trepar a ningún pico ni buscarlo lejos porque está muy cerca. El silencio y la interioridad nos indicarán cuál es ese lugar de encuentro con Dios.

Cuando Jesús se pone a orar los otros se quedan dormidos por el esfuerzo y por la noche avanzada.

Despiertan y se encuentran con el rostro de Jesús transformado y sus ropas resplandecientes. Está hablando con Moisés y Elías, que representan a la ley y los profetas respectivamente, sobre su muerte y todo lo que acontecerá.

Los tres discípulos se sienten muy a gusto y desean perpetuar esa situación: “Montemos tres tiendas…”. Moisés y Elías se van y a ellos les cubre una nube y desde la nube -señal de la presencia de Dios- sale una voz, la misma que se había escuchado en el Bautismo de Jesús. Si allí la voz del cielo había dicho: Tú eres mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto; ahora en el Tabor dice: «Este es mi Hijo, el preferido, escuchadlo». Son casi las mismas palabras, pero añadiendo ahora algo muy importante: escuchadlo.

Escuchadlo: éste es el fundamento,

el punto de partida de la fe cristiana. Después vendrán los dogmas, la teología, los catecismos… Pero donde primero surge la fe es la escucha de la voz de Dios que nos ha hablado definitivamente por su Hijo predilecto. Ese es el comienzo y el núcleo más importante de nuestra fe cristiana.

Debemos preguntamos si buscamos esa experiencia profunda de Dios que nos habla desde su Palabra hecha carne. Tampoco estaría de más dedicar cada día un tiempo a buscar esa presencia cálida de Dios que nos hable al corazón. Hay diversos caminos: unos lo encuentran en la interioridad y otros en la espontaneidad y sencillez de las personas y acontecimientos de la vida, pero nadie puede prescindir de la escucha de la Palabra de Dios que nos habla.

Como a Abraham, la voz de Dios nos llama a salir de nuestra tierra que es la comodidad y las seguridades o componendas.

Hay que abrir el corazón a Dios y seguir el camino que Él nos marque, aunque signifique vivir de una forma arriesgada por la incomprensión e incluso la persecución que hoy también se dan en nuestro mundo. Dios no se divierte condenándonos y castigándonos por nuestros fracasos, debilidades y miserias. Él está con nosotros y no contra nosotros. Nuestra fe crece en la escucha y es una llamada al compromiso.

Pidamos a María, Madre de Jesús y nuestra, que nos ayude a seguirle frente a todas las dificultades.

Que así sea

Homilía D. Norberto Garcia Díaz. Domingo 16 de Marzo 2025

Extraída de un texto de Paco Zanuy