Este domingo del buen Pastor es una oportunidad para profundizar en lo que significa seguir a Jesús.

Las lecturas plantean este seguimiento desde un entorno que no entiende e incluso persigue a los seguidores de Jesús.
El Apocalipsis habla de la muchedumbre a la que el Cordero apacentará y conducirá desde la gran tribulación hacia fuentes de agua viva y dice que Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.
El libro de los Hechos refleja las dificultades de la iglesia primitiva para llegar a los gentiles. Pablo y Bernabé son expulsados de la sinagoga por la comunidad judía de Antioquía de Pisidia al anunciar a todos, incluidos los gentiles, la buena noticia de Jesús. Ellos realizan la acción misionera y universal de la Iglesia.
El brevísimo texto del evangelio acentúa unos rasgos esenciales e imprescindibles:
“Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, lo que me ha dado, es mayor que todo, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno” (Jn 10, 27).
Estos cuatro versículos contienen todo el mensaje de Jesús, el núcleo central de su Evangelio que nos llama a participar en su relación con el Padre y en la vida eterna.
Después de veintiún siglos, los cristianos necesitamos recordar que lo esencial para ser la Iglesia de Jesús es escuchar su voz, conocerlo y seguir sus pasos.
Esta tarea no fue fácil para los primeros cristianos y tampoco lo es ahora para nosotros.
El mismo Jesús se enfrentó con las autoridades religiosas de su tiempo. Antes de la escena del evangelio de hoy le llaman endemoniado y loco y, después de ella, intentan apedrearlo.
Necesitamos despertar nuestra sensibilidad para escuchar a Jesús y abrirnos a la Buena Noticia del evangelio.
Pero no basta con escuchar su voz.
También es necesario conocer y seguir a Jesús, decidirnos a vivir la fe como una aventura apasionante que consiste en creer lo mismo que él y tener su misma jerarquía de valores, defendiendo y tomando partido por los indefensos y desvalidos. Es preciso hacer el bien y confiar en el Padre.
Somos ovejas de su rebaño y hemos de escuchar la voz de nuestro pastor. Esa voz llega no sólo desde el evangelio sino también desde los acontecimientos de la vida. Leer con frecuencia el evangelio nos acerca a la palabra de Jesús, nuestro Pastor Bueno. Escucharlo ayuda a conocerlo y a sentirlo siempre cercano, a reconocer su voz. El pastor y sus ovejas han de conocerse bien.
En definitiva, pongamos nuestros pies sobre sus huellas, comamos de su mismo pan y bebamos de su mismo vino. Esto significa tener una profunda intimidad con Él y un corazón abierto a todos y tanto más cuanto más humildes, pobres y sencillos sean quienes encontremos en el camino.
Valoremos la vida interior y la oración que lleven a la entrega de uno mismo. Las palabras y los inequívocos gestos del querido papa Francisco fueron un claro ejemplo de cómo vivir esta aventura.
Que María, nuestra Madre, nos ayude a reconocer cada vez mejor la voz de Jesús y a seguirla, para caminar por el camino de la vida y que el Señor de todo, el Buen Pastor, nos ayude a ser fieles ovejas de su rebaño y nos conceda la vida eterna.
Que así sea
Homilía D. Norberto Garcia Díaz. Domingo 11 de mayo 2025
Extraída de un texto de Paco Zanuy