Nuevo modo de presencia del Señor entre nosotros por medio del Espíritu.

Vamos llegando al final del tiempo Pascual y se aproximan las celebraciones de la Ascensión y de Pentecostés. La liturgia de hoy nos guía hacia un nuevo modo de presencia del Señor entre nosotros por medio del Espíritu.
La afirmación de Jesús en el evangelio de hoy está en el contexto afectivo de su despedida y es fundamental. Nos prepara y prepara a los apóstoles para una nueva relación con Él.
Jesús se manifiesta como el Hijo, como la Palabra del Padre. El Padre se nos da a conocer por esa Palabra y el camino hacia Dios es “guardar su palabra”.
Al Padre se llega en la vida de cada día, en el amor a la persona de Jesús e imitando su modo de vida tal como afirma el evangelio de hoy.
La lectura de los Hechos presenta un modelo de cómo hacer realidad el estilo de Jesús.
Han surgido profundas tensiones entre las comunidades de Antioquía, con Pablo, y la de Jerusalén sobre la práctica judía de la circuncisión. Las diferencias se resuelven en un clima de fraternidad y respeto. Ese ejemplo puede aplicarse a los conflictos que puedan surgir ahora dentro y fuera de la comunidad cristiana.
En la iglesia actual se busca el encuentro en la “sinodalidad”.
De este texto yo me quedaría con que no hay que ser leguleyo, no hay que imponer cargas innecesarias a nadie y hay que tener un claro sentido de qué es lo fundamental.
El nuevo modo de presencia de Jesús entre nosotros lo rige el Espíritu que el Padre envía para enseñarnos todo.
Él hace posible la presencia de Jesús y da sentido a su «testamento»: el don de la paz. “La paz os dejo, mi paz os doy”, una paz que el mundo no puede dar y que en la boca de Jesús expresa su deseo de que la vida en plenitud llegue a sus discípulos. Ojalá los seguidores de Jesús estemos llenos del Espíritu de Jesús, el Espíritu de la vida plena y, por tanto, el Espíritu de la paz.
Debemos prepararnos para Pentecostés, cuando el Espíritu Santo llenó interiormente a María y a los apóstoles.
Tenemos que ir dejándole espacio al Espíritu Santo en nuestra vida. Es muy importante la escucha de la Palabra que es Jesús. Hagamos silencio por dentro para que no pase desapercibida y se haga vida en nosotros.
El Espíritu de Jesús propicia que no sucumbamos por miedo y temor ante situaciones problemáticas y sentimientos negativos que abundan en el mundo en que vivimos.
No se trata de que nos cerremos al mundo sino de que predomine en nosotros la paz que proporciona el Espíritu Santo.
Así construiremos una ciudad iluminada por «la gloria de Dios», como dice el Libro del Apocalipsis.
Esto también es importante. En la nueva Jerusalén, bajada del cielo, no hay santuario, “pues el Señor, Dios todopoderoso, es su santuario, y también el Cordero”.
Me recuerda cuando Jesús le dice a la Samaritana que llegará un tiempo en el que a Dios no se le adore ni en el monte Gerizín, como decían los samaritanos, ni en Jerusalén, como decían los judíos, sino en espíritu y verdad.
María, Madre de Jesús y nuestra había sentido la plenitud del Espíritu en la concepción de Jesús y volvió a sentirlo junto con los apóstoles en Pentecostés. Que ella nos acompañe en nuestro caminar hacia la plenitud de la vida en el Espíritu Santo.
Que así sea.
Homilía D. Norberto García Díaz 25 de mayo 2025.
Extraída de un texto de Paco Zanuy