CORPUS CHRISTI. CICLO C

MISTERIO PROFUNDO DE LA EUCARISTÍA

Las lecturas de este día nos sitúan ante el misterio profundo de la Eucaristía, sacramento del amor de Cristo que se entrega por nuestra salvación.

Melquisedec, sacerdote del Dios Altísimo, ofrece pan y vino como figura profética del sacrificio eucarístico. Aquel gesto antiguo alcanza su plenitud en Cristo, único y eterno sacerdote, cuyo Cuerpo y Sangre son memorial vivo de la redención.

San Pablo nos recuerda que lo que celebramos en cada Eucaristía no es solo un rito, sino el cumplimiento fiel del mandato del Señor: «Haced esto en memoria mía».

 Cada vez que partimos el pan consagrado y bebemos del cáliz, proclamamos su muerte, celebramos su resurrección y nos abrimos a su venida gloriosa.

Y el Evangelio nos presenta a Jesús que, movido por la compasión, parte el pan y lo entrega a sus discípulos para que lo distribuyan. Es el mismo gesto que se renueva cada día en nuestras comunidades: el Señor parte para nosotros el Pan de Vida y nos envía a compartirlo con todos.

Esta Palabra nos invita a preguntarnos: ¿Qué lugar ocupa la Eucaristía en mi vida? ¿Cómo participo en la Santa Misa? ¿Cómo comulgo?

San Pablo nos exhorta a discernir el Cuerpo del Señor. Esto implica comprender, con fe viva, que Cristo resucitado entra realmente en nosotros, nos toca, nos transforma desde dentro. Al recibir su Cuerpo, somos también invitados a reconocer la vocación inscrita en nuestro propio cuerpo: ser hijos de Dios, templos del Espíritu, miembros vivos del Cuerpo de Cristo.

Para vivir esta verdad necesitamos la ayuda constante del sacramento del perdón, que nos prepara para acoger dignamente al Señor y nos reconcilia con nuestra propia historia, con nuestros límites, con los demás. Quien comulga con Cristo no puede vivir de espaldas al dolor del prójimo: el pan eucarístico nos enseña a no pasar de largo ante ningún rostro humano.

La Eucaristía es escuela del MaestroJesús nos habla en su Palabra, se nos da como alimento, nos congrega como familia y nos impulsa a la misión. En cada Santa Misa se prolonga la experiencia del Cenáculo: adoración y comunión, escucha y envío, Espiritu y fraternidad.

Y como en el Cenáculo, María está presente. Ella, Madre de la Iglesia y del Sagrario, nos enseña a orar con perseverancia, a vivir con humildad y a acoger al Espíritu que nos hace uno. Bajo su amparo, nuestra comunión eucarística se hace más profunda, más fecunda, más transformadora.

Hoy más que nunca, necesitamos recuperar la actitud de los apóstoles junto a María: 

permanecer con el Señor, adorarlo con el corazón en silencio, interceder por el mundo herido, y dejar que el Espíritu Santo, alimentado en nosotros por la Eucaristía, nos empuje a vivir al servicio de la unidad, la paz y la justicia.

Homilía D. Norberto Garcia

22 de junio 2025. Día del Corpus Christi

Revista ECCLESIA. Subsidio Junio 2025

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