XVIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

Las lecturas del domingo ayudan a comprender el lugar que ocupan las cosas en la vida del cristiano.

La primera, del Libro del Eclesiastés, habla del sinsentido que es vivir para poseer.

Al final todo queda en pura vanidad porque se vive con una enorme angustia y fatiga para que, al final, todo se lo queden los que no se lo han trabajado. “Vanidad de vanidades y toda vanidad”, dice el libro del Eclesiastés.

El Salmo 89 anima a la sensatez

y a tener en cuenta lo que duran nuestras vidas y la necesidad que tenemos de dejarnos guiar por el Señor para vivir llenos de alegría el tiempo que nos corresponda y para que llegue a nosotros la bondad del Señor.

San Pablo, en la Carta a los Colosenses, quiere que apostemos por los bienes de arriba y no por los de la tierra.

Hay unas realidades que no merecen la pena y que Pablo considera pura idolatría. Son las realidades del hombre viejo: fornicación, impureza, codicia, avaricia, mentira. Ese hombre viejo tiene que morir para que podamos ser revestidos de la nueva condición donde Cristo lo es todo en todos.

El Evangelio de Lucas presenta en una parábola, al rico necio, un hombre que lo tiene todo y cada vez busca más pensando sólo en sí mismo y en darse la gran vida.

Jesús llama necio a este hombre porque en cualquier momento puede quedarse sin nada. Ha sido rico para sí, pero no lo ha sido para Dios.

El epílogo ignaciano es la “Contemplación para alcanzar amor” que consiste fundamentalmente en ver a Dios que se manifiesta en la naturaleza y en la vida y que hace que el hombre encuentre su plenitud en el amor de Dios, que lo llena todo. Vivir así es ser rico para Dios.

Que vivamos de acuerdo con el “Principio y Fundamento” de Ignacio de Loyola y que nuestra vida esté repleta del amor de Dios que se manifiesta en todas sus creaturas. Y que María, nuestra Madre, nos ayude a vivir apostando por los bienes de arriba.

Que así sea.

Homilía D. Norberto García Díaz 3 de agosto 2025

Extraída de un texto de Paco Zanuy