EL SEÑOR NOS INVITA A MANTENER VIVA LA FE
Mantener viva la esperanza no le resultó fácil a las primeras generaciones cristianas porque la venida de Cristo Resucitado se retrasaba más de lo que habían pensado. La gran tentación era el cansancio o el desaliento.

Una de las tentaciones del hombre de hoy es dejarse arrastrar por una vida superficial, rutinaria y masificada de la que no es fácil escapar. Con el paso de los años los ideales de muchos terminan empobreciéndose y se limitan a “ir tirando”.
En los evangelios encontramos diversas llamadas a mantener vivas la responsabilidad y la esperanza.
El evangelio de hoy hace una llamada a “tener ceñida la cintura y encendidas las lámparas”.
Las dos imágenes indican la necesidad de estar preparados en todo momento para la llegada del Señor.
Se nos llama a vivir con lucidez y responsabilidad y a no dejarnos vencer por la pasividad o la desgana.
En algunos momentos puede predominar la oscuridad. En ellos no hay que desconectar y echarse a dormir, sino reaccionar y despertar nuestra fe; seguir caminando hacia el futuro, aunque nos sintamos viejos y cansados.
La pasividad es uno de los obstáculos que bloquea la transformación que necesita la Iglesia y que necesitamos nosotros.
A veces parece que no hace falta pararse a pensar y promover caminos nuevos de fidelidad hacia Jesucristo. Hay quien no soporta el silencio, aborrece el recogimiento y necesita perderse en el bullicio y el griterío. Es más fácil vivir sin escuchar ninguna voz interior. Conviene no confundir la alegría con la euforia, la fiesta con la orgía, el amor con el sexo ni el descanso con la dejadez. Aunque queramos vivir intensamente cada momento a veces no podemos evitar la sensación de que se nos puede estar escapando algo importante de la vida.
Vivir superficialmente no requiere mucho esfuerzo. Basta con dejarse llevar por el instinto y ceder a la satisfacción inmediata.
Jesús nos invita a vivir vigilantes, “ceñida la cintura y encendidas las lámparas”. Para vivir de forma más humana y más cristiana es necesario cuidar más “lo de dentro” y alimentar la vida interior. Hay que “volver al corazón”, como dijo San Agustín
La llamada de Jesús a la vigilancia debe ayudarnos a superar la indiferencia, la pasividad y el descuido en la vida de fe. Necesitamos redescubrir constantemente esa fe, conocerla con más profundidad, agradecerla y tratar de vivirla con todas sus consecuencias.
Entonces será una luz que inspire nuestros criterios y una fuerza que impulse nuestro compromiso de construir una sociedad justa y humana con una esperanza que fortalezca nuestra vida.
Que María, que desde su Sí amoroso vivió siempre a la escucha del Señor, nos ayude en nuestra espera.
Que así sea.
Homilía D. Norberto García Díaz 10 de agosto 2025
Extraída de un texto de Paco Zanuy