XXIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

“¿Quién comprende lo que Dios quiere?”

 Es lo que se pregunta el libro de la Sabiduría en la primera lectura de hoy. Plantea que hay un misterio por descubrir en nuestra vida. 

Esta búsqueda tiene dos protagonistas: Dios y el hombre. Lo nuestro es escuchar la llamada de Dios y descubrir lo que Él desea de nosotros.

Encontramos la respuesta en el mismo texto: “Los hombres aprendieron lo que te agrada”. ¿Y qué es lo que agrada a Dios?

Hay que detenerse y reflexionar despacio porque de ahí surgirán unas decisiones muy importantes. Están en juego el sentido de nuestra vida y nuestra felicidad.

Debemos descubrir lo que falta para poder responder a la llamada del Señor. Lo primero será liberarse de las cargas innecesarias. Recuerden lo de la “puerta estrecha” de otro domingo. Sobran algunas cosas en nuestra vida y faltan otras. Se requiere un proceso de discernimiento que implica interioridad y oración sobre lo que Jesús propone en el evangelio de hoy.

Hace falta valentía porque en el camino hay riesgos, enemigos que combatir y obstáculos que superar.

Si escuchamos las condiciones de Jesús para seguirlo veremos que pone en cuestión incluso lo más querido. Este texto insiste en la renuncia y no en el valor de lo que se gana. Más adelante nos anunciará que ganaremos el ciento por uno.

Jesús nos pone ante lo que más queremos en este mundo para que establezcamos nuestras prioridades. Para ello hay que atreverse y ser valiente. Este discernimiento abarca todo, incluido uno mismo. 

Poner el amor al prójimo a la altura del propio amor es una inversión profunda de valores: yo mismo ya no soy un absoluto, sino que vivo también en función del Reino. 

El sentido de la religión también se invierte: ya no es «Dios para mí», soy «yo para Dios».

El seguimiento de Jesús, lo que Dios quiere de mí, abarca todas las realidades vitales, porque no se pretende que huya de la realidad humana, sino que la cargue de sentido.  No se trata de renunciar a nada sino de dirigirlo todo hacia ese fin. Hay que renunciar a todo lo que estorbe al Reino de Dios.

En un extremo está Dios que quiere la plena realización humana y en el otro está el fracaso y la deshumanización; en medio, el Espíritu, alentando siempre a más. No será fruto de mi voluntad sino de la fuerza del Espíritu. 

El seguimiento de Jesús es un compromiso serio y al mismo tiempo gozoso; requiere radicalidad y esfuerzo para reconocer a Jesús en los más pobres y ponerse a su servicio. 

Igual que el Señor ha venido a mi encuentro y se ha inclinado sobre mí en el momento de necesidad, hago yo lo mismo cuando salgo a su encuentro y me inclino sobre cualquiera que me necesite. Habrá siempre muchos. 

Abriremos así horizontes de alegría y esperanza a toda esa humanidad desanimada y necesitada de comprensión y ternura.

Que el Señor nos ayude a servirle en los más necesitados y que María, nuestra Madre, nos ayuda a seguir siempre la voluntad de Dios sobre nuestra vida.

Que así sea.

Homilía D. Norberto García Díaz 31 de agosto 2025

Extraída de un texto de Paco Zanuy