“Constancia en la oración: lección de la viuda del Evangelio”

Si creemos que Dios existe y, sobre todo, que Dios nos ama, la oración debería resultarnos fácil.
Pero no es tan sencillo. Jesús se lo explicó a sus apóstoles con ejemplos para que pudieran entenderlo.
Desde la fe, podemos hablar de Dios, hablar con Dios y hablar a Dios. Hablarle a Dios y escucharlo sobre las cosas que nos preocupan parece fácil. Pero, con frecuencia, cuando oramos, nos escuchamos a nosotros mismos.
En la parábola del evangelio de hoy la viuda no se queda de brazos cruzados, esperando que Dios le solucione su problema. Actúa confiando en ella misma y en la acción de Dios, según el dicho popular: “A Dios rogando y con el mazo dando” y logra su objetivo por su tenaz insistencia.
Resulta sorprendente la conclusión de la parábola. Del juez inicuo se pasa a Dios, quien con mucha mayor razón escuchará a sus elegidos cuando le clamen “día y noche”, aunque a veces parezca que tarda demasiado. Se trata de gritos insistentes, tal vez desesperados, hacia el Señor bueno y misericordioso.
La oración no justifica el que nos desentendamos de las situaciones injustas. Ante una necesidad no basta con decir: “ya rezaré por ti”. La oración no libera de los compromisos, sino que anima a involucrarse más en ellos.
La oración ha de llevarnos a cumplir la voluntad de Dios y no a pretender que Dios haga lo que tendríamos que hacer nosotros.
Jesús insiste en la necesidad de apartarse del ruido para orar. Él lo hacía con frecuencia, eligiendo la noche o el amanecer en lugares desiertos y en soledad.
Orar no es una pérdida de tiempo, sino que ayuda a acercarse a Dios y a los demás y humaniza. Esto es muy necesario porque cada vez somos menos humanos y sensibles.
En la primera lectura Moisés persevera en la oración sostenido por su pueblo y con los brazos extendidos pidiendo a Dios por los suyos.
San Pablo, en la carta a Timoteo, señala el camino de la vida de fe que educa “en la justicia” y prepara para “toda obra buena”. Una exigencia fundamental es proclamar la Palabra, sin temor y convencidos de que es capaz de iluminar nuestra vida.
La comunicación con Dios hace escuchar el clamor de los que sufren injustamente y gritan: “Hacednos justicia”.
¿Acaso Dios no hará justicia a quienes, como la mujer viuda, le gritan día y noche?
La parábola de la viuda termina preguntándose si Dios “Encontrará fe en la tierra”.
Queridos amigos, la fe no se nos da para siempre. Tenemos que alimentarla para que crezca y madure, tanto en la oración como en la práctica de la justicia. La fe no es solo un regalo, es también una tarea.
Apliquémonos a esa tarea y no nos cansemos de pedirle al Señor la constancia en una oración que alimente la fe y la justicia. Nosotros la necesitamos, nuestro mundo la necesita.
María, la madre de Jesús, modelo de fe y de entrega al Señor, nos ayudará si se lo pedimos.
Que así sea.
Paco Zanuy
Homilía D. Norberto García Diaz 19 de octubre 2025
Extraída de un texto de Paco Zanuy