XXXII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán

El año jubilar de la esperanza es un buen momento para profundizar en el sentido de la festividad de hoy, la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán. Esta Basílica es la Catedral de Roma y tiene su origen en el año 320. Es “la madre de todas las iglesias” y por eso es también la Catedral del Papa, obispo de Roma.

Las lecturas de hoy hablan del sentido que tiene el templo en la fe y en la vida del creyente.

“¿No sabéis que sois el templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?”.

“El templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros”. Son palabras de San Pablo en su primera carta a los cristianos de Corinto, una carta que también se dirige a nosotros.

Conmemoramos la dedicación del templo de piedra construido por Constantino en el monte Laterano y esto permite reflexionar sobre el templo del que habla Jesús en el Evangelio de Juan, que no es de piedra. “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. “Pero él hablaba del templo de su cuerpo”.

Pablo afirma que nosotros somos piedras vivas de ese templo y que Cristo es su único cimiento.

En el templo nos reunimos para orar y para celebrar los sacramentos, en él resuena y se proclama la Palabra de Dios, en él recibimos el Bautismo y la Confirmación que nos consagran como templos del Espíritu Santo y a él acudimos para la celebración de la Eucaristía.

Somos el templo de Dios y eso interpela a nuestra vida cristiana

Empecemos fomentando la escucha y la interioridad que llevan al encuentro con Dios. Para ello necesitamos generar momentos de silencio en medio del barullo que nos rodea. La palabra del Señor nos tocará por dentro y cuestionará muchas cosas. Tendremos que responder a lo que nos diga el Señor desde nuestro corazón y desde nuestra vida. Entonces empezaremos a ser piedras vivas de ese templo.

Nuestro “cuerpo-templo” también es un espacio para celebrar los sacramentos siendo signos que expresen lo que estos significan.

El Bautismo se hará visible participando en le obra salvadora de la Iglesia como sacerdotes y profetas que anuncian a Jesús. La Eucaristía será la entrega a los más necesitados, no sólo con lo que poseemos sino principalmente con lo que somos; es la entrega de la propia vida. La Penitencia se expresa derramando la misericordia, el perdón y la paz a quienes encontramos y no permitiendo que el odio y la ira invadan los corazones. 

En el evangelio Jesús expulsa del templo a los que pervierten su sentido. Le pedimos también que nunca tenga que echarnos a latigazos de un templo que hayamos convertido en una cueva de ladrones y no sea casa de oración. 

Jesús estaba, como dice la escritura, “devorado por el celo de la casa de Dios”. También a nosotros debería devorarnos ese celo siendo digna morada y templo del Espíritu de Dios.

Pidámosle a nuestra Madre María que nos ayude a ser piedras vivas del templo del Señor tal y como ella lo fue.

Que así sea.

Paco Zanuy

Homilía 9 de noviembre 2025