Humildad, sencillez, generosidad y gratuidad

La búsqueda de la admiración de la gente y el ser considerado por encima de los demás es algo que se valora mucho en nuestra sociedad.
La Sagrada Escritura, por el contrario, insiste en que Dios prefiere la humildad, como afirma el Libro del Eclesiástico en la primera lectura de hoy.
Quien pone ante todo el prestigio social o su ambición le cierra la puerta a Dios porque en su vida sólo cabe él mismo y no queda sitio para nadie más. Sin embargo, quien es humilde y sencillo tiene mucho sitio para Dios en su vida y eso influye en todo su comportamiento.
Destacan, entre otros, dos ejemplos, el de María cuando dijo “he aquí la esclava del Señor”, y fue habitada por el Espíritu Santo, y el de Jesús “que se humilló hasta la muerte en cruz” y así nos ganó a todos la salvación.
Jesús en el Evangelio habla de la humildad que se nos recomendaba en la primera lectura: «no ocupes un primer puesto para destacarte sobre los demás. Ese primer puesto debe ocuparlo quien se lo merezca de verdad»
Jesús nos conoce bien y sabe que incluso en la oración somos, a veces, orgullosos y arrogantes: «Te doy gracias porque no soy como los demás: homicidas, ladrones, blasfemos…”. Es lo que decía el fariseo.
El Señor en su oración dice lo contrario: «Te doy gracias, Padre, porque has revelado el Reino a los pequeños…».
La humildad, la sencillez y la generosidad son virtudes muy valiosas. El humilde suele ser solidario y abierto, mientras que el soberbio, sólo tiene en cuenta a los demás para utilizarlos en provecho propio y sólo le interesa aquello de lo que saca provecho, aunque perjudique a otros
Dios situará a cada uno en el lugar que le corresponde, como dice el Evangelio de hoy.
La segunda parábola del Evangelio trata de otra virtud muy necesaria, la gratuidad.
La gratuidad es un salto cualitativo sobre el egocentrismo y los intereses más o menos ocultos. El amor es verdadero sólo en la medida en que es gratuito. Todo intento de medrar o buscar recompensas acaba por destruirlo.
En nuestra sociedad todo tiene un precio y la rentabilidad es un valor predominante. La entrega desinteresada se considera contraria al desarrollo. Esta segunda parábola pide que no invitemos a los que nos van a pagar, sino a aquellos que no pueden corresponder a nuestra generosidad porque carecen de casi todo y no pueden devolver los favores.
No olvidemos que la gratitud y el cuidado de los hermanos han de nacer de amar la vida como consecuencia de creer en la misericordia de Dios.
Sigamos la invitación del Evangelio. Pidámosle al Señor los dones de la humildad y la gratuidad. Hagamos nuestro camino repletos de gratitud sabiendo que lo que realmente vale no tiene precio. Entreguémonos gratuita y humildemente al Señor y a nuestros hermanos.
Pidamos a nuestra Madre María, ejemplo de entrega absoluta, que nos ayude a vivir como enseña el Evangelio.
Que así sea.
Homilía D. Norberto García Díaz 31 de agosto 2025
Extraída de un texto de Paco Zanuy