ASCENSIÓN DEL SEÑOR CICLO C

Podemos decir que la Iglesia surge en la Ascensión

Podemos decir que la Iglesia surge en la Ascensión y nacerá el día de Pentecostés, que celebraremos el próximo domingo.

Pablo, en uno de los pasajes más bellos de sus cartas, pide que se nos iluminen los ojos del corazón para que comprendamos a fondo el mensaje que debemos anunciar y afirma también que la Iglesia, comunidad de los creyentes, es el cuerpo vivo de Jesús.

Sabemos que detrás de esa nube hay Alguien que ha prometido estar con nosotros hasta el fin de los tiempos; que las estrellas, la vida, la bondad del corazón humano…, son como ventanas encendidas que recuerdan que él sigue estando vivo entre nosotros.

“Vino y se fue”: nos dejó una caja de caudales llena con un mensaje que nunca envejecerá. Él sabe que trabajamos mejor si la responsabilidad y la libertad están en nuestras manos, porque Dios respeta hasta lo último nuestra libertad. Es cierto que hay un Maestro que sigue vivo siendo nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida.

San Ignacio dice que hay que actuar en la vida como si todo dependiese de nosotros, para acabar finalmente poniendo toda nuestra confianza en Dios. 

De nosotros depende la misión que Jesús nos encomienda, dándonos también la fuerza del Espíritu. En nuestras manos están ahora el tiempo y los instrumentos con los que Dios comenzó su creación.

Por eso en este domingo, en el que culmina la pascua, la figura de la Resurrección somos todos nosotros, los que formamos el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. 

Cada uno tenemos algo de Magdalena, de Pedro, de Tomás…, y, sobre todo, algo de Jesús. 

Pronto apagaremos el Cirio Pascual, símbolo del Resucitado. Somos nosotros, “amados de Dios”, los que tenemos que anunciar, movidos por el Espíritu, lo que Jesús dijo. Nuestra tarea, después de la Ascensión del Señor es llevar la luz a este mundo tan oscuro.

Él nos acompaña y nos envía la fuerza del Espíritu Santo. Es hora de trabajar en la misión que el Resucitado nos encomienda y de hacerlo con mucha humildad.

Y, como dice Pablo, “que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, nos dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo”.

Sabemos que el Padre nos enviará su Espíritu para que nos lo enseñe todo y nos acompañe. Esperémoslo junto a nuestra Madre María y encomendémonos a ella.

Mucho ánimo, amigos, y que así sea.

Que así sea.

Homilía D. Norberto García Díaz1 de junio 2025.

Extraída de un texto de Paco Zanuy