I Domingo de Cuaresma, ciclo B

José María Cabodevilla, en un escrito sobre las tentaciones de Jesús, dice algo realmente clave: “La tremenda y única tentación que subyace a todas las tentaciones, es y será siempre una solicitación de Satán a lo que de divino existe en el hombre:  «seréis como dioses». De Cristo, lo que pretende en el desierto, es que se manifieste descaradamente como Dios, que renuncie a su humanidad, a su pobreza; en resumen, que su encarnación quede invalidada”.

Invalidar la Encarnación. En efecto, ésa es la trampa para todo humano: abandonar la mano de Dios, creernos autosuficientes, semidioses; instalarnos con orgullo en nuestra pequeñez y romper la alianza del Calvario. Caer en la tentación es renunciar al Reino y a sus exigencias, rechazar la cruz, huir del viento del Espíritu que nos empuja hacia el desierto, donde puede surgir el hombre nuevo. Y dejarse llevar de la tentación es facilísimo, ya que tener fe, hoy, no es lo normal. Máxime cuando esta fe predica a un Dios crucificado, locura y escándalo para todo hombre. Cuidado, pues, con la tentación eterna, fácil de aceptar:  seréis como dioses. Tentación que puede sintetizarse, sin más, en estos cuatro verbos malditos: ansia de tener, de poder, de saber y de figurar.

Hoy iniciamos la Cuaresma. Hoy comienza un tiempo litúrgico de conversión, de oración, de autoexigencia, centrado en la figura estelar de Cristo, centro de la historia y Salvador del mundo.  La frase síntesis de este tiempo es: Convertios y creed en el Evangelio.

Es verdad que la Cuaresma, como tiempo religioso, ha sido herida de muerte, incluso entre los cristianos. Esta palabra convertíos, puede parecer vacía en nuestros tiempos, en que se ha perdido el sentido del pecado.

Pero el pecado existe, claro. Por todas partes existen tentaciones. “Para pecar – escribe Sta. Teresa, en el libro de su vida – había   muchos amigos que me ayudasen; para levantarme hallábame tan sola, que ahora me espanto cómo no estaba siempre caída, y alabo la misericordia de Dios, que era sólo Él que me daba la mano…”

Pues bien, si cayó Sta. Teresa, si negó San Pedro a Cristo tres veces, si tembló Jesús ante el poder del demonio, ¿quién puede creerse libre de pecado? Bienvenida la Cuaresma, que nos recuerda nuestra condición de seres limitados. Necesitados de salvación y de Salvador.

D. Norberto García Díaz, homilía 1 domingo de cuaresma 2024, (inspirada en los escritos de María Luisa  Brey).