XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Le presentan un sordomudo para que le imponga las manos

 En la escena de hoy lo encontramos en la Decápolis, tierra pagana. Allí le presentan a un sordomudo para que le imponga las manos. Jesús lo lleva aparte, como queriendo significar la atención personal que se debe prestar a cada uno, y, como apunta la teóloga Mary Healy, «realiza la curación en no menos de siete pasos, como si empleara el lenguaje de los signos para que el sordo pueda seguir lo que está haciendo». 

La multiplicidad de gestos

meter los dedos en los oídos, la saliva, tocar la lengua… nos recuerdan que Jesús tiene verdadera carne y que nos salva a través de ella. Después, Jesús mira al cielo, lo que nos indica que todo lo hace en relación con su Padre y suspira, porque no actúa mecánicamente, sino que es toda su persona la que se pone en juego. Desde su humanidad unida a la divinidad, intercede por la nuestra que está herida por el pecado.

«Effetá»

Esta palabra, con la que se denomina ahora un rito del bautismo, se dirige tanto a las facultades atrofiadas del individuo como a su misma persona. Reflejan el poder sanador de Jesús y también su llamada a que este acoja libremente la salvación que se le ofrece. El papa Francisco recoge así la interpretación que se le ha dado a esta palabra desde los padres de la Iglesia:

«Es precisamente el corazón, es decir, el núcleo profundo de la persona, lo que Jesús ha venido a “abrir”, a liberar, para hacernos capaces de vivir plenamente la relación con Dios y con los demás. Él se hizo hombre para que el hombre, que se ha vuelto interiormente sordo y mudo por el pecado, pueda escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y así aprenda a hablar a su vez el lenguaje del amor, traduciéndolo en gestos de generosidad y de donación de sí».

Todo lo ha hecho bien

No es extraño que esta escena se utilice para ilustrar la explicación de los sacramentos, que siempre contienen un elemento sensible y son signos a través de los cuales Dios nos comunica su gracia. También esta escena se ha puesto en relación con la creación. Especialmente la aclamación «todo lo ha hecho bien» recuerda el relato del Génesis, donde se dice que Dios todo lo hizo de la nada y vio que era bueno.

El sordomudo, de alguna manera, señala al hombre que, herido por el pecado, ya no es capaz de una relación fluida con lo que le rodea ni con los demás. Pero Dios no lo abandona en esa situación, sino que, asumiendo nuestra condición humana, viene a reconciliarnos con él para que encontremos el verdadero sentido de nuestra existencia.

Magnificat. Comentario a la Palabra de Dios. 8 de septiembre de 2024. Edición Española

David Armando Fernández