Hoy nos llega otra “manifestación” del Señor

Después de la Epifanía hoy nos llega otra “manifestación” del Señor durante el bautismo de Jesús en el Jordán. Se abren los “cielos”, baja el Espíritu y se oye la “voz”del Padre legitimando al Hijo.
En este momento Jesús ya es adulto y antes de iniciar su misión pública sale del anonimato de Nazareth y acude a la orilla del Jordán donde está Juan bautizando. Es cuando llega desde lo alto su investidura solemne.
Después los cielos se cerrarán y esa “voz” volverá a oírse más tarde, en la transfiguración.
El “reconocimiento” desde abajo lo hará el centurión romano a los pies de la cruz: “Verdaderamente este hombre era hijo de Dios” (Mc 15,39).
Desde ese momento Jesús entra en una existencia ordinaria y exige que su manifestación sea acogida en la fe con una mirada capaz de transcender las apariencias.
Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y es muy “diferente” de lo que muchos esperaban.
Sorprende cómo se presenta y cómo desarrolla su misión. No responde a lo que los hombres esperan de él. Incluso altera la imagen que había presentado el Bautista de un Mesías lleno de ira, que viene a “pone orden” en todo. Él tiene su propia manera de presentarse y actuar.
Isaías lo define como el “Siervo” (Is 42,1ss): que no se hace publicidad, ni llena las plazas con su voz sonora, cargada de retórica y amenazas. Es solidario con los “perdedores” y con los débiles, capaz de animar, dar confianza y sostener la esperanza, en vez de pasar arrasando como un huracán que arranca el mal, pero también se carga los tímidos intentos de vida: “la caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará”. No quiere asustar a los pequeños y sencillos.
Se pone del lado de los pobres y de los que no cuentan. Su mensaje es liberador, tanto de los males físicos, como de cualquier otra forma de esclavitud.
En efecto, hay “prisioneros” que no están en la cárcel, pero que viven una existencia egoísta apostando por el dinero, el éxito o la vanidad y siempre giran en torno a sí mismos.
Existen “ciegos” que, aunque vean, no distinguen el sentido de la vida ni saben discernir los verdaderos valores, cerrando los ojos ante los hermanos que no cuentan para nadie.
Pedro, hablando a Cornelio, resume su visión de Jesús. Es alguien que acepta a los que practican la justicia, a los que no discriminan a nadie aunque su modo de pensar o ver la realidad sea diferente.
Pedro describe así al Señor: “ungido por Dios con la fuerza del Espíritu santo, Jesús de Nazaret pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.
Jesús viene para ayudar a la gente, para confortarla, darle salud, esperanza, alegría de vivir y a demostrar que se puede vencer al mal.
Precisamente por estar dotado de “poder”, Jesús se ocupa de los débiles y se manifiesta manso y humilde de corazón.
No hay que teorizar sino tomar conciencia de que la fiesta del bautismo de Jesús también hace que nos planteemos nuestro bautismo que espera ser “manifestado” desdeuna fe consciente y madura. Es un don que se convertirá en un compromiso personal.
La pertenencia a Cristo la expresamos en la vida haciendo patente la fe del bautismo. Otros no se avergüenzan de manifestar abierta e incluso agresivamente lo contrario.
Es hora de asumir los compromisos que nuestros padres y padrinos tomaron por nosotros cuando éramos muy pequeños e incapaces de hacerlo por nosotros mismos. Ahora sí podemos y debemos.
El Bautismo y la manifestación de Jesús de Nazaret se dan en un mismo momento. Nuestra manifestación consciente llega más tarde y lo haremos con un modo de ser y de actuar que intenta parecerse al Cristo…
Es el momento de encomendarnos a nuestra Madre María para que nos ayude a manifestar ante todos nuestros compromisos del bautismo.
Que así sea.
Homilía 12 de enero 2025. D. Norberto Garcia Díaz
(Sacada de un texto de Paco Zuny)