“La parábola del Padre Bueno”
Henri Nouwen, vivió un cambio radical cuando descubrió el cuadro de Rembrandt “El regreso del hijo pródigo” que se encuentra en L’Hermitage de Moscú.

Esta parábola debería llamarse “La parábola del Padre Bueno” o, mejor aún, “La parábola del amor de un padre no comprendido por sus hijos” porque es una parábola que manifiesta la imagen de Dios que tiene Jesús.
Los fariseos y los letrados dijeron de Jesús: “Ese acoge a los pecadores y come con ellos”.
La respuesta de Jesús fue una parábola que refleja la alegría de Dios cuando un pecador se arrepiente.
Un padre tiene dos hijos. El menor es infiel; el mayor, engreído. El menor es consciente de que necesita conversión; el mayor no es consciente de esa necesidad. El menor reconoce su pecado; el mayor, no. El que era problemático deja de serlo y el que no era problemático empieza a serlo porque considera que el padre no es justo acogiendo sin castigos ni reprimendas al pequeño.
Puede que todos tengamos algo de hijo menor o de hijo mayor. Espero que también tengamos algo del padre.
Soy el hijo pequeño cuando busco el amor donde no está y, por eso, abandono el hogar donde me tratan como hijo.
Soy el hijo mayor cuando me siento perfecto y no soporto la alegría con la que se acoge a los arrepentidos.
El verdadero protagonista de la parábola es el padre.
Ama a los dos hijos. Al menor lo recibe con un abrazo y una fiesta y repite, revelando su corazón de padre, el mismo grito de alegría: «Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado».
Al mayor, que se niega a entrar en la casa (es otra manera de irse lejos), también lo acoge con el mismo cariño: «¡Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo!». Es una afirmación del amor sin límites hacia su hijo mayor. El padre ofrece este amor sin reservas y por igual a los dos hijos.
Podemos reconocernos en cualquiera de los dos porque tenemos algo de cada uno. Lo realmente importante es que reconozcamos lo que hay en nosotros del Padre y vayamos tratando de vivirlo y comunicarlo, dejándonos vencer por la ternura, la misericordia y el amor de un padre-madre que es el Dios cuyo rostro nos enseña Jesús.
Escuchen esta parábola con el corazón, como hizo Henri Nouwen ante el cuadro de Rembrandt. Descubrirán el verdadero rostro de Dios que revela Jesús y sentirán que en el misterio último de la vida hay Alguien que nos acoge y nos perdona porque su naturaleza es el querernos con todo el amor y toda la ternura de un Padre.
Y si sentimos que la vergüenza nos paraliza, acudamos a la Madre de Jesús e imploremos su ayuda. Ella, como Madre cariñosa, nos acercará a Jesús
Que así sea.
Paco Zanuy
Que así sea.
Homilía D. Norberto Garcia Díaz. Domingo 30 de Marzo 2025
Extraída de un texto de Paco Zanuy