
“Esta misma noche será una noche de guardia en honor del Señor…por todas las generaciones”, nos dice el Libro del Éxodo. En esta noche santa celebramos la vigilia Pascual, la primera, más aún, la “ madre” de todas las vigilias del año litúrgico. En ella, como canta varias veces el Pregón, se recorre el camino de la humanidad, desde la creación hasta el acontecimiento culminante de la salvación, que es la muerte y resurrección de Cristo. La Luz de Aquél que “resucitó de entre los muertos: el primero de todos “, como nos dice el apóstol San Pablo, vuelve “clara como el día“, como nos dice el Salmo 138, esta noche memorable, considerada justamente el “corazón” del año litúrgico. En esta noche la Iglesia entera vela y medita las etapas importantes de la intervención salvífica de Dios en el universo.
“Una noche de guardia en honor del Señor”. Doble es el significado de la solemne Vigilia Pascual, tan rica de símbolos acompañados de una extraordinaria abundancia de textos bíblicos. Por un lado, recordando las páginas principales de la Sagrada Escritura: la creación, el sacrificio de Isaac, el paso del Mar Rojo y la promesa de la nueva Alianza. Por otra parte, esta vigilia sugestiva es espera confiada del pleno cumplimiento de las antiguas promesas. La memoria de la acción de Dios culmina en la resurrección de Cristo y se proyecta hacia el acontecimiento escatológico de la parusía. Vislumbramos así, en esta noche pascual, el alba del día que no se acaba, el día de Cristo resucitado, que inaugura la vida nueva, “un cielo nuevo y una tierra nueva”.
Esta noche la liturgia nos invita a renovar las promesas de nuestro Bautismo. El Señor nos pide que le renovemos la expresión de nuestra plena docilidad y de la entrega al servicio del Evangelio.
D. Norberto García Díaz, homilía Vigilia Pascual 2024, (inspirada en Juan Pablo II 2004).